Cinco siglos de
obras hidráulicas para sacar las aguas residuales de la
Ciudad de México
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En 1975, con la conclusión del Drenaje Profundo, se logró
poner fin a las históricas inundaciones que padeció la
Ciudad de México desde los tiempos de la Colonia
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La explotación
de mantos acuíferos, de hasta un 150%, provoca hundimientos
diferenciales en la ciudad que afectan a su infraestructura
hidráulica
Por Antena Radio / Edición vespertina / Sección Medio
Ambiente, ¿Qué puedo hacer yo?, Francisco Calderón
Córdova / IMER Horizonte 107.9 FM y 1220 AM
/
Ciudad de México / 14 de julio de 2014.
El
manejo del agua en la Cuenca de México –a la que
equivocadamente llamamos “Valle”- ha significado durante más
de cinco siglos un reto humano gigantesco. Existe registro
de grandes calamidades padecidas en distintas épocas por la
población de la Ciudad de México por causa de las frecuentes
inundaciones; pero, también, testimonio de los constantes
esfuerzos por desalojar el agua del territorio que
originalmente estuvo conformado por cinco lagos.

En el año de 1555, en plena época colonia, aconteció la
primera gran inundación de la Ciudad de México, pero fue
hasta 1607 cuando se inició la primera obra de ingeniería
para desalojar las aguas de la ciudad a través del túnel de
Nochistongo y conducirlas al valle de Tula. A pesar de
esto, en el año 1629 tuvo a lugar una de las peores
inundaciones de las que exista registro en esta ciudad y
cuyos daños permanecieron aquí por más de una década.
A lo largo de la época colonial las obras de desagüe
continuaron, pero con resultados poco exitosos. En el México
Independiente, las constantes inundaciones en la capital de
la república llevaron a que el gobierno de Benito Juárez –en
1867- estableciera un impuesto especial para financiar las
obras de desagüe que se venían realizando de manera
intermitente en la zona de Tequisquiac.
Al iniciar su segundo período en la presidencia de la
república, Porfirio Díaz retomó las obras de desagüe de la
Ciudad de México y se abocó a la construcción del Túnel
(concluido en 1894), del Tajo de Tequisquiac y del Gran
Canal. La magna obra fue inaugurada en su conjunto el 17 de
marzo de 1900. Sin embargo, el crecimiento de la capital
durante la primera mitad del siglo XX planteó nuevos retos;
la demanda de agua por parte de la población, de las
actividades industriales y comerciales, llevó a la
extracción de agua subterránea a través de pozos, lo que dio
a lugar a hundimientos que afectaban a la infraestructura
existente.

Nuevamente –especialmente en 1950 y 1951-, las inundaciones
afectaron a la Ciudad de México, lo que obligó a la
construcción de grandes obras de ingeniería hidráulica, como
la ampliación del Gran Canal, la construcción de colectores,
de atarjeas y de un nuevo túnel en Tequisquiac, así como el
entubamiento de varios ríos. Fue apenas hace 39 años –en
1975-, con la conclusión del Drenaje Profundo, cuando se
logró poner fin a las históricas inundaciones que padeció la
Ciudad de México desde los tiempos de la Colonia.
Más recientemente, y para abatir el problema que está
significando en términos hidráulicos el hundimiento de la
Ciudad, en agosto del 2008 iniciaron los trabajos de
construcción del Túnel Emisor Oriente y éstas concluirán en
el año 2016. Se espera que, al concluir la obra (que es un
gran tubo de 7.5 metros de diámetro localizado a 200 metros de profundidad y con 60
kilómetros de largo que termina en el estado de Hidalgo), se
facilitaría notablemente el mantenimiento del drenaje de la
capital.
Y es aquí donde quiero señalar la urgencia de canalizar
prioritariamente inversiones públicas a obras de
infraestructura que son mucho más urgentes y ambientalmente
necesarias –sí, quizás no tan visibles- de lo que son, por
ejemplo, las vialidades elevadas o las súper-vías dedicadas
a la planta vehicular. La renovación y la ampliación del
sistema de drenaje de la Ciudad de México en comparación con
el aumento de la densidad poblacional en muchas colonias,
tiene un rezago sustancial que se ha vuelto notable durante
las últimas temporadas de lluvias con el número de
encharcamientos y contingencias que hay que atender. Tan
sólo en zonas como la colonia Del Valle, por ejemplo, el
sistema de drenaje tiene más de 50 años de edad.
Para reducir los encharcamientos que estamos viviendo en
muchas colonias, sí, debemos evitar tirar basura en la calle
porque ésta tapa a las alcantarillas; pero también,
necesitamos hacer un uso más racional del agua en casa y en
nuestras distintas actividades, porque así contribuiremos a
reducir la sobreexplotación que estamos haciendo (de más del
150%) de los acuíferos que, a su vez, está provocando el
hundimiento de la Ciudad de México.
Durante cinco siglos los mexicanos nos hemos empeñado en
escribir una historia de éxito en materia de infraestructura
para el desagüe de esta ciudad. Cuando –por fin- lo estamos
haciendo realidad, no dejemos que este logro se nos vaya
como agua de las manos.
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