Pérdida de la
diversidad lingüística está vinculada con la degradación de
ecosistemas
*
De un universo de alrededor de 60 lenguas indígenas, 23 de
ellas cuentan ya con menos de 2 mil hablantes: INEGI
*
Mucha
de la flora y de la fauna endémica de la Península de
Yucatán, utilizada medicinalmente, sólo cuentan hoy con una
denominación específica en lengua maya
Por Antena Radio
Tercera Emisión/
Sección Medio Ambiente, ¿Qué puedo
hacer yo?, con Francisco Calderón Córdova / IMER Horizonte
107.9 FM, 1220 AM y Radio México Internacional /
17 de febrero de 2014.

Antes que nada, quisiera
decir que desde hace 22 años, México cuenta con una
institución de la que todos debemos sentirnos orgullosos y
que no tiene igual en todo el mundo: la Comisión Nacional
para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO).
Muchos de los esfuerzos de investigación y conservación de
la riqueza natural de México, hoy son encabezados por esta
institución y en beneficio de la sociedad.
Uno de los planteamientos
más acertados que ha incorporado y promovido la CONABIO para
fortalecer el estudio y el conocimiento del capital natural
de nuestro país, ha sido el de considerar no sólo a la
diversidad geográfica, geológica, climática, hidrológica,
faunística o de la vegetación presente en nuestro territorio
en sus metodologías. Como elemento
imprescindible para explicar nuestra diversidad natural,
señala la CONABIO, debemos estudiar también a las
expresiones culturales de los distintos pueblos y etnias que
configuran al complejo mosaico llamado México.
No sólo es importante
entender la forma en que, a lo largo de nuestra historia,
los distintos grupos humanos se han apropiado y establecido
sus relaciones con la montaña, con la selva, con el desierto
o con cualquier otro de los muchos ecosistemas presentes en
nuestro territorio. También es necesario conocer cómo la
invención de la cultura ha contribuido a transformar al
entorno natural, a través de actividades como la
agricultura, la formación de comunidades humanas, la
tecnología y la ciencia.
En este sentido, el
estudio de las llamadas lenguas madres (o lenguas indígenas
originarias) es un componente de enorme valor para
aprovechar el conocimiento –acumulado durante siglos en
conceptos, referentes o palabras- sobre los distintos
ecosistemas, sus elementos, las interdependencias que
subyacen entre ellos y su valor implícito para la vida.
La Conferencia General de la
Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la
Ciencia y la Cultura (UNESCO) lo ha entendido así y, por
ello, desde hace 14 años conmemora -cada 21 de febrero- el Día Internacional
de la Lengua Materna. Esto, para promover la
preservación y la protección de todos los idiomas que
emplean los pueblos del mundo. Son un poco más de 5 mil
pueblos, distribuidos en 60 países, los que representan
hasta el 90 por ciento de la diversidad cultural del mundo.
En el Continente Americano, México es la nación con mayor
diversidad de idiomas o lenguas indígenas (con hasta 68
agrupaciones y 364 variantes lingüísticas).

Ya en este mismo espacio
comenté en alguna ocasión sobre la antigua ciencia médica de
los mayas y de
“El Libro de los Médicos Yerbateros de Yucatán”
(1997) escrito
por investigadores de
la asociación civil “Grupo Dzíbil” y publicado por la
Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística. Resulta que
mucha de la flora y de la fauna endémica de la Península de
Yucatán –en su mayoría, plantas y animales utilizados por
médicos Yerbateros-, sólo cuentan hoy con una denominación
específica en lengua maya.

Desafortunadamente, y como lo ha testimoniado la Comisión
Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, los
hablantes de lengua maya –y de otras más en el país- están
disminuyendo su número. De acuerdo con el INEGI, de un
universo de alrededor de 60 lenguas indígenas, 23 de ellas
cuentan con menos de 2 mil hablantes. Esto, en el fondo,
significa también una pérdida del conocimiento tradicional
de la riqueza natural y biológica del país.
No puedo concebir que, en pocos años, dejemos de conocer y
de utilizar plantas medicinales de otrora gran tradición en
distintas regiones del país (como el Azotador, el Nanchi de
Perro –de Guerrero- o el Tepehuaje), para ahora tratar todo
tipo de diarreas solamente con suspensiones de marcas
comerciales.
Creo que tampoco podemos permitir que la cocina mexicana
(declarada hace apenas tres años como Patrimonio Cultural
Inmaterial de la Humanidad por la ONU), pierda este
reconocimiento por olvidarnos de lo que es –por ejemplo- el
huauzontle, el pápalo quelite, el chinín o el chipilín.
Este
21 de febrero, conmemoremos el Día Internacional de la
Lengua Materna reconociendo la diversidad cultural y
natural que nos constituye. Profundicemos el conocimiento de
nuestra nación a través del rescate de sus lenguas
originarias y, desde luego, entendiendo sus profundos
vínculos y raíces con la diversidad biológica de la que
somos depositarios.▄
