Pérdida de
diversidad cultural, detonante del deterioro de la biodiversidad
del país
En México, subsiste la negación a aceptar a quienes son
diferentes de la mayoría; más que cualquier otro grupo, los
pueblos indígenas son quienes han padecido centenariamente
marginación y exclusión
Antena Radio / Edición
vespertina / Sección Medio Ambiente, ¿Qué puedo hacer yo?,
con el Lic. Francisco Calderón Córdova / 107.9
de FM y 1220 de AM,
21 de mayo de 2012.
El día de hoy y mañana, 21 y 22 de mayo, el mundo festeja la
diversidad cultural y la diversidad biológica que caracterizan a
la vida en el planeta. No se podría entender la permanencia del
ser humano en la Tierra sin considerar a la complejidad de los
seres vivos y de los ecosistemas naturales que dan sustento y
continuidad a la vida; pero tampoco, ignorando las
particularidades culturales que han dado –y dan- la posibilidad
a cada pueblo de convivir armónicamente con los más disímbolos
entornos naturales.
Hoy se conmemoran los diez años de la proclamación del 21 de
mayo como el Día Mundial de la Diversidad Cultural para el
Diálogo y el Desarrollo. Básicamente, esta fecha busca
promover que las naciones valoremos las diferencias y las
coincidencias culturales que tenemos no sólo con otros países,
sino –sobre todo- al interior de nuestros propios territorios y
pueblos, para así alcanzar una convivencia constructiva y
democrática. Este año -2012-, la Organización de las Naciones
Unidas ha planteado tres objetivos generales para realizar
acciones concretas en apoyo a la diversidad cultural: 1.-
aumentar la conciencia mundial sobre la importancia del diálogo
intercultural, la diversidad y la inclusión; 2.- construir una
comunidad de individuos comprometida con el apoyo a la
diversidad, a través de gestos verdaderos y cotidianos (es
decir, con acciones afirmativas), y; 3.- combatir la
polarización y los estereotipos, contribuyendo así a mejorar el
entendimiento y la cooperación entre la gente de diferentes
culturas.

En México, subsiste la negación a aceptar a quienes son
diferentes de la mayoría; más que cualquier otro grupo, los
pueblos indígenas son quienes han padecido centenariamente
marginación y exclusión, y en el presente siguen siendo objeto
de distintas formas de discriminación. En los últimos años, este
hecho ha sido ampliamente reconocido por los estudiosos de la
diversidad biológica y ambiental de nuestro territorio.
Organismos como la
Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad
(Conabio) han identificado que con la desaparición de las
lenguas y de ciertas prácticas ancestrales de los pueblos
originarios (y debido a una cada vez más agresiva penetración de
un mercado que lo quiere homogeneizar todo), también se registra
un severo deterioro de la diversidad de los recursos naturales o
capital natural del país.
Por ejemplo: tradicionalmente, en el campo mexicano las mujeres
indígenas realizaban una meticulosa selección de las mejores
semillas de maíz, mismas que eran destinadas a la reproducción e
incluso para la hibridación a fin de obtener nuevas variedades
del cereal. En toda Mesoamérica, esta práctica ancestral ha
venido desapareciendo frente al uso –cada vez mayor- de
maquinaria en el campo, por el desplazamiento del trabajo
femenino, por la comercialización masiva de ciertos productos
agropecuarios y, desde luego, por la introducción de semillas
modificadas genéticamente.
Un síntoma inequívoco de la pérdida de la diversidad cultural en
México, y en otros países del mundo, es la modificación y el
empobrecimiento de la variedad dietética de la población.
Platillos consumidos internacionalmente y cuya preparación no
requieren de gran variedad de elementos de la flora y la fauna
local, compiten exitosamente contra la gastronomía tradicional
al utilizar eficientes mecanismos de comercialización para su
venta.
Consecuentemente, infinidad de cultivos originarios del campo
mexicano y presentes en nuestra cultura culinaria tradicional,
están siendo sustituidos por aquellos cuya comercialización está
garantizada por el mercado de alimentos dominante. Nuestro campo
está también empobreciendo en términos de biodiversidad y
riqueza genética. Desafortunadamente, esto ha traído como
consecuencia no sólo que la cocina tradicional mexicana se esté
volviendo producto de consumo para ciertas élites, sino –cada
día con mayor gravedad- que los hábitos de alimentación de las
mayorías estén generando severos impactos en la salud pública
(con padecimientos como la diabetes, el sobrepeso y la obesidad,
entre otras).
Es tiempo de celebrar la diversidad cultural y biológica de
México. Retomemos nuestra cocina tradicional y fomentemos con
ello la conservación de la enorme variedad biológica de nuestro
país; ¿qué tal una salsa de papaloquelite para las quesadillas
de huitlacoche?, ¿o unos ricos tamalitos de chipilín al puro
estilo tabasqueño?, ¿o tal vez unas croquetas de yuca o yuca
frita?
En fin, es tiempo de reconocernos en la diversidad para, así,
practicar la inclusión y el respeto por lo que es y por quienes
son diferentes.
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