Cambios de uso
de suelo: principal causa del deterioro ambiental en el
ámbito rural y urbano
En
estados del norte y Tabasco, el 65% de la superficie de la
entidad es ocupada por actividades ganaderas
En el Distrito Federal, los cambios de uso de suelo
significan una tercera parte de las quejas presentadas ante
la PAOT
Antena Radio / Edición
vespertina / Sección Medio Ambiente, ¿Qué puedo hacer yo?,
con el Lic. Francisco Calderón Córdova / 107.9
de FM, 1220 de AM y Radio México Internacional,
25 de julio de 2011.
Probablemente,
uno de los procesos que históricamente ha significado el
mayor deterioro del entorno natural y del medio ambiente en
todo el mundo, ha sido el cambio en los usos originales del
suelo. La transformación hecha por el hombre de vastas zonas
boscosas y de selvas para, después, dedicar estos terrenos a
la agricultura y a la ganadería; o el avance de las zonas
urbanas sobre el suelo rural, ha significado –e implica hoy-
uno de los mayores desafíos ambientales.
De acuerdo con la
Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y
la Agricultura (FAO), la conversión
de terrenos boscosos hacia usos agropecuarios es una de las
causas más importantes de deforestación –y detonador de la
pobreza- en América Latina. A esto debemos sumar los
impactos de políticas públicas mal diseñadas –como en
México, que para dar certeza a la tenencia de la tierra en
el ámbito rural, los terrenos tienen que estar desmontados
de todo tipo de vegetación, estén siendo o no utilizados
para la siembra, so pena de ser considerados como “ociosos”
y quitados a sus propietarios.
El caso de la ganadería en nuestro país es muy sintomático.
La superficie de pastizales naturales e inducidos dedicada a
esta actividad creció, en la década de los noventa, en una
tasa anual del dos por ciento (casi cuatro millones de
hectáreas de 1993 al año 2000). Pero esto no estuvo
acompañado de un crecimiento del número de cabezas de ganado
sino, por el contrario, se registró una sensible
disminución. Por otra parte, en 24 entidades de la
república, especialmente en los estados de México, Sinaloa y
Jalisco, el número de cabezas de ganado supera por mucho la
capacidad de los ecosistemas para su sostenibilidad. En
algunos estados del norte y en Tabasco, por ejemplo, la
superficie ganadera ocupa hasta el 65 por ciento del
territorio total de la entidad. Esta disparidad entre la
superficie ganadera disponible y la distribución de los
animales en el país, habla de un uso inapropiado y de la
ausencia o no aplicación de criterios apropiados para el
aprovechamiento del suelo.
En materia de suelo urbano la problemática no es menor. La
ocupación de terrenos agrícolas o boscosos para usos
urbanos, significa un grave problema ambiental. Ciertamente,
la superficie urbana es proporcionalmente pequeña a escala
nacional (alrededor del 0.4% del territorio); sin embargo,
el uso de suelo urbano es el que crece con mayor velocidad
en México. En Quintana Roo, por ejemplo, la superficie
urbana ha venido creciendo de manera sostenida a una tasa
superior al 8 por ciento anual; es decir, en casi 20 años de
crecimiento sostenido, se han perdido alrededor de 250 mil
hectáreas de selva y manglares en la llamada Riviera Maya.
Y aunque el impacto directo del crecimiento de las ciudades
es relativamente pequeño, indirectamente afecta los usos de
suelo de considerables extensiones territoriales dedicadas a
cubrir la demanda de productos alimenticios, de recursos
naturales, de confinamientos de residuos y de sitios para la
recreación. Por otra parte, la distorsión de usos y vocación
del suelo al interior mismo de las ciudades –está
demostrado- afecta directamente a la calidad de vida de la
población. No es casual que –como lo publicó ampliamente
este sábado y domingo el diario Reforma- una tercera
parte de todas las denuncias ciudadanas presentadas ante la
Procuraduría Ambiental y del Ordenamiento Territorial del
Distrito Federal (PAOT), sea motivada justamente por los
cambios de uso de suelo.
Registramos hoy un sensible detrimento en los índices de
bienestar y en las condiciones ambientales de esta ciudad.
Desde las zonas tradicionalmente residenciales que comienzan
a padecer el ruido, la acumulación de residuos, la ocupación
de la vía pública y los impactos urbanos por el crecimiento
de establecimientos mercantiles; hasta las colonias que
(como consecuencia de la mezcla de usos de suelo o la falta
de aplicación de los instrumentos de planeación urbana) ven
crecer, imparables, decenas de edificios que rompen con el
paisaje tradicional del barrio o la aparición de actividades
incompatibles.
En prácticamente todo el país y, sobre todo, en las
principales ciudades –como el Distrito Federal-, existen
programas e instrumentos legales dirigidos a dar orden y
controlar el uso del suelo y el crecimiento urbano. También,
hay autoridades federales y locales (como en el DF, la PAOT)
encargadas de garantizar el acceso a la justicia ambiental y
de facilitar la exigibilidad de nuestro derecho a un entorno
adecuado para nuestro desarrollo y salud. Procurar que el
uso del territorio sea ordenado y compatible con el medio
ambiente, es una obligación de todos: autoridades y
población en general. Acerquémonos y participemos
responsablemente en esta tarea.▄