Ruido
y salud humana
Por
Francisco Calderón Córdova /
Revista 365 días para vivir
con salud
Ciudad de México
La
presencia de todo tipo de sonidos en las ciudades
modernas es hoy tan común, que muchos hemos
terminado por acostumbrarnos a ellos y cada vez
percibimos menos las graves consecuencias físicas
que esto nos acarrea. Las autoridades
internacionales en salud coinciden en que la
contaminación acústica presente en los espacios
urbanos puede incidir negativamente en la calidad de
vida, el bienestar y la salud de las personas,
dependiendo de las características de exposición y
de las fuentes generadoras del ruido. A partir del
reconocimiento de esta realidad, la física y la
medicina han orientado sus investigaciones a
determinar las repercusiones en los individuos
expuestos a diferentes niveles de presión sonora,
relacionando los parámetros medidos con sus efectos
biológicos y fisiológicos.
García
Sanz y Javier Garrido (2003) señalan que la
diferencia del sonido como señal informativa y
saludable, o como ruido indeseado y dañino, depende
tanto de sus parámetros físicos objetivos –medición
de decibeles (dB)- como de la modulación subjetiva
que hace cada receptor, existiendo una enorme
variabilidad individual que va desde los sujetos
insensibles a los hipersensibles. Con base en las
investigaciones más serias y de mayor rigor
científico, se sabe que son varios los efectos en la
salud humana atribuibles al ruido, siendo los más
comunes o recurrentes algunas afecciones
fisiológicas como la pérdida progresiva de la
audición, cefaleas crónicas, trastornos de la
presión arterial y del ritmo cardiaco, la
posibilidad de sufrir infartos, la interferencia en
la comunicación oral, alteraciones del sueño, estrés
e irritabilidad, así como daños psicofisiológicos
sobre la salud mental como alteraciones en la
conducta y disminución de la capacidad de
concentración, aprendizaje y rendimiento.
No sólo
en México, sino en casi todo el mundo, la
contaminación acústica o auditiva es un fenómeno que
no ha ocupado la atención de las autoridades en la
proporción de –por ejemplo- la contaminación del
aire; y, en consecuencia, no existen medidas de
control ni normatividad suficientes para proteger a
la población de los enormes daños que causa. En las
Guías para el Ruido Urbano (Guidelines for
Community Noise) publicadas por la Organización
Mundial de la Salud (OMS), se describen con detalle
las consecuencias de la contaminación acústica para
la salud, entre las que podemos señalar brevemente
las siguientes:
Trastornos del sueño.-
El ruido
produce trastornos primarios durante las horas de
sueño y efectos secundarios al día siguiente; esto
es, los efectos primarios se presentan como
dificultad o imposibilidad para conciliar el sueño,
interrupción del sueño y alteración en la
profundidad del sueño; y como consecuencia de lo
señalado, se pueden producir cambios en la presión
arterial y arritmia cardiaca, vasoconstricción,
variación en el ritmo respiratorio, y sobresaltos
corporales.
En el
caso de que el ruido no sea continuo, sino
intermitente (por ciclos) o un ruido impulsivo, la
probabilidad de despertar aumenta con el número de
eventos por noche, disminuyendo la calidad del
sueño.
Los
efectos secundarios o posteriores se presentan a la
mañana siguiente o incluso puede prolongarse por
varios días en personas hipersensibles; tales
efectos son por ejemplo, fatiga, depresión y
reducción del rendimiento. Si estas situaciones se
prolongan por días, el equilibrio físio-psicológico
se verá seriamente perturbado.
La OMS
indica que para tener un descanso apropiado el nivel
de sonido equivalente no debe exceder de 30 dB para
el ruido continuo de fondo y, para el caso de ruido
producido por fuentes fijas individuales, no debe
superar los 45 dB.
Efectos sobre las funciones fisiológicas.-
De
acuerdo con la OMS, «La exposición al ruido puede
tener un impacto permanente sobre las funciones
fisiológicas de los trabajadores y personas que
viven cerca de aeropuertos, industrias y calles
ruidosas. Después de una exposición prolongada, los
individuos susceptibles pueden desarrollar efectos
permanentes, como hipertensión y cardiopatía
asociadas con la exposición a altos niveles de
sonido. La magnitud y duración de los efectos se
determinan en parte por las características
individuales, estilo de vida y condiciones
ambientales. Los sonidos también provocan respuestas
reflejo, en particular cuando son poco familiares y
aparecen súbitamente.»
Asimismo, señala que la exposición de largo plazo
al ruido del tránsito con valores de 65 a 70 dB y en
periodos de exposición de 24 horas, también puede
inducir padecimientos cardiovasculares como la
hipertensión, siendo la cardiopatía isquémica la
afección más seria que se puede presentar.
Niveles Sonoros y Respuesta Humana |
Sonidos característicos |
Nivel de presión sonora [dB] |
Efecto |
Zona de lanzamiento de cohetes
(sin protección auditiva) |
180 |
Pérdida auditiva irreversible |
Operación en pista de jets
Sirena antiaérea |
140 |
Dolorosamente fuerte |
Trueno |
130 |
|
Despegue de jets (a 60 mts. de
distancia)
Bocina de auto (a 1 m. de distancia) |
120 |
Máximo esfuerzo vocal |
Martillo neumático
Concierto de Rock |
110 |
Extremadamente fuerte |
Camión recolector
Petardos |
100 |
Muy fuerte |
Camión pesado (15 m)
Tránsito urbano |
90 |
Muy molesto
Daño auditivo (8 Hrs) |
Reloj Despertador (0,5 m)
Secador de cabello |
80 |
Molesto |
Restaurante ruidoso
Tránsito por autopista
Oficina de negocios |
70 |
Difícil uso del teléfono |
Aire acondicionado
Conversación normal |
60 |
Intrusivo |
Tránsito de vehículos livianos
(30 m) |
50 |
Silencio |
Dormitorio
Oficina tranquila |
40 |
|
Biblioteca
Susurro a 5 m |
30 |
Muy silencioso |
Estudio de radiodifusión |
20 |
|
|
10 |
Apenas audible |
|
0 |
Umbral auditivo |
Interferencia con la comunicación oral.-
La
comprensión en una conversación normal depende del
nivel sonoro emitido al hablar, de la entonación en
la pronunciación, de la distancia entre el parlante
e interlocutor, del nivel y las características del
ruido de fondo o circundante y de la agudeza
auditiva y capacidad de atención de los parlantes.
El nivel de presión sonora de la comunicación oral
normal es de 50 a 55 dB a un metro de distancia, y
las personas que hablan en voz alta o a gritos,
pueden emitir presiones acústicas de 75 u 80 dB. La
voz hablada es inteligible cuando su intensidad
supera al ruido de fondo en 15 dB pero, en medios
acústicos en los que el ruido supera los 40 dB, se
empieza a dificultar la comunicación oral y a partir
de los 65 dB la comunicación obliga a elevar la voz.
El ruido interfiere en la comunicación hablada a tal
grado que en muchas ocasiones constituye una seria
limitante social y en ocasiones genera problemas de
personalidad y cambios en la conducta. Las
investigaciones demuestran que los grupos
particularmente vulnerables por interferencias
auditivas son las personas de la llamada tercera
edad y los niños en el proceso de adquisición de la
lengua.
Efectos sobre la audición.-
La
deficiencia auditiva o pérdida progresiva de la
audición es el riesgo más grave que puede sufrir el
ser humano expuesto a elevados niveles de presión
acústica.
La OMS
señala que las personas con mayor riesgo de sufrir
deficiencia auditiva son las expuestas a niveles de
ruido por arriba de 75 dB, en ambientes laborales y
con periodos de exposición superiores a ocho horas.
Se
considera que las personas expuestas al ruido
ambiental por periodos hasta de 24 horas y un nivel
menor de 70 dB, no sufrirán pérdida de la audición.
No obstante, todavía no existe una confirmación de
los efectos aquí indicados basada en hechos
experimentales, dado que los efectos perjudiciales
de la exposición a niveles de ruido elevados se
detectan a largo plazo.
Niveles de exposición al ruido máximos
recomendados.-
La
Oficina de Reducción y Control del Ruido de la
Agencia de Protección Ambiental de los Estados
Unidos de América (EPA por sus siglas en inglés)
publicó, en 1974, el documento denominado:
Informe sobre los Niveles de Ruido Ambiental
Recomendados para Proteger el Bienestar y la Salud
Pública con un Adecuado Margen de Seguridad. En
este documento se establece que la pérdida de la
audición o deficiencia auditiva puede ocurrir a
partir de la exposición a niveles de energía
acústica mayores a 70 dB en periodos de 24 horas.
Por su parte, la Organización Mundial de la Salud
elaboró –en 1997- las Guías para el Ruido Urbano
(Guidelines for Community Noise), en donde se
encuentra una tabla con los valores guía para el
ruido urbano en ambientes específicos y sus efectos
críticos sobre la salud; aquí, es claro que sonidos
superiores a los 35 dB interfieren notablemente en
la comunicación oral, en el proceso de aprendizaje y
–desde luego- contribuyen a padecimientos
relacionados con el trastorno del sueño.
Los
países más desarrollados del planeta han realizado
en los últimos cuarenta años grandes esfuerzos para
estudiar e investigar los efectos del ruido en los
seres humanos, a partir de los cuales, tanto
organismos públicos, como organizaciones no
gubernamentales, han determinado instrumentos
jurídicos de gestión y control que se complementan
con parámetros y métodos de medición desarrollados.
En todos
los casos, la meta de la gestión y control del ruido
es la de reducir las emisiones acústicas de las
fuentes generadoras y mantener niveles bajos de
exposición por parte de las personas afectadas.
Afortunadamente, en nuestro país existe la Norma
Oficial Mexicana NOM-081- SEMARNAT-1994, que
establece límites a las fuentes fijas generadoras de
ruido (68dB durante el día y 65 dB en horario
nocturno); y en el Distrito Federal, se cuenta
(desde septiembre del año 2006) con una normatividad
más estricta que reduce estos límites a 65 y 62 dB
respectivamente. Pero, hoy por hoy, la mejor manera
de combatir y evitar la contaminación auditiva, es
tener conciencia, respeto y consideración hacia los
demás, y tratar que nuestras actividades cotidianas
no generen este tipo de contaminación que, sin
duda, afecta severamente a la salud y a nuestra
calidad de vida. ▄