Enfermedad y medio ambiente
Las
evidencias científicas son contundentes: el deterioro
ambiental causado por las actividades humanas ha propiciado
el surgimiento de nuevas enfermedades entre los seres vivos.
Presenciamos
hoy un alarmante número de enfermedades infecciosas que han
reaparecido y prosperado en lugares en los que los hábitats
naturales están alterados o degradados por causa de la
irracional explotación forestal, el crecimiento urbano
descontrolado, la modificación de los patrones hidrológicos
naturales o la extinción de especies vivas.
Por
Francisco Calderón Córdova /
Revista 365 días para vivir
con salud
Ciudad de México
El
Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente
(PNUMA) ha señalado que existe suficiente evidencia de que
la pérdida de los bosques, la construcción de carreteras y
presas, la dispersión de las ciudades, la deforestación de
los campos para la agricultura y la minería, así como la
creciente contaminación de las aguas costeras, están
generando condiciones para la propagación de nuevos y viejos
patógenos, bacterias, virus y microorganismos que causan
enfermedades.
El PNUMA
advierte que los ecosistemas que no han sido perturbados aún
tienden a frenar de manera natural a los agentes
infecciosos, mientras que los paisajes dañados, alterados o
degradados cambian el equilibrio natural, propiciando así la
transmisión a la población de enfermedades nuevas o ya
existentes. Igualmente, el PNUMA ha señalado las condiciones
que están generando el cambio climático y que pueden alterar
las temperaturas en diferentes regiones del planeta,
propiciando con ello que prosperen peligrosos portadores de
enfermedades –como los mosquitos u organismos parasitarios-
y la sobrecarga y alteración de los ecosistemas, hasta tal
punto que poblaciones enteras emigren como "refugiados
ambientales" (como se ha visto ya en regiones africanas
afectadas por la sequía).
La
relación entre daño ambiental y afectaciones a la salud
humana es ya innegable. La Organización Mundial de la Salud
(OMS) ha identificado por lo menos treinta nuevas
enfermedades en los últimos veinte años y que, sin duda,
están impactando severamente a las economías nacionales y a
la salud de cientos de millones de personas en el planeta.
Por su parte, especialistas de la salud de la Universidad
Johns Hopkins (EEUU) concluyeron que con sólo un 1% de
incremento en la deforestación en los bosques del Perú,
aumentó el número de mosquitos transmisores del paludismo en
un 8%. Se observó que los insectos "se desenfrenaban"
después de la destrucción de un 30 a un 40% del bosque.
Como es
sabido, los mosquitos son potenciales transmisores a los
seres humanos de más de cien virus conocidos, incluyendo,
entre otros, el de la fiebre dengue, la fiebre amarilla, la
encefalitis y la fiebre hemorrágica. Se sabe, por ejemplo,
que la urbanización acelerada y no planificada constituye la
principal fuerza impulsora en la explosión de la fiebre
dengue. De igual manera, la propagación del virus Nipah,
altamente patógeno y que hasta hace poco sólo se encontraba
en murciélagos asiáticos que se alimentaban de frutas en
Indonesia y Malasia, se ha vinculado a la pérdida de bosques
en aquella región.
El informe
Global Environment Outlook del PNUMA advierte que una
combinación de incendios forestales en Sumatra y de
intensiva deforestación en Malasia, obligó a los murciélagos
a entrar en estrecho contacto con los cerdos domésticos, lo
que dio al virus la posibilidad de difundirse entre los
criaderos de cerdos a finales de los años noventa. Otro
estudio realizado en las zonas de extracción de piedras
preciosas en Sri Lanka, evidenció que los hoyos poco
profundos que dejan los mineros son criaderos ideales para
los mosquitos y epicentros del paludismo. Y, muy
seguramente, en los años por venir el hombre habrá de
descubrir los vínculos entre el deterioro ambiental, las
perturbaciones biológicas inducidas por las actividades
humanas y el surgimiento de enfermedades como el SARS, el
SIDA o la gripe aviar.
"Gran parte de la
población mundial vive en áreas en las que los niveles de
contaminación atmosférica exceden los lineamientos
establecidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS)
-afirma el doctor Francis Murray, de la Universidad Murdoch,
de Perth (Australia)-. Más de 1.200 millones de personas
pueden estar expuestas a excesivos niveles de dióxido de
azufre; más de 1.400 millones expuestas a excesivos niveles
de partículas en suspensión y se sabe que alrededor del 20
por ciento de la población de Europa y América del Norte
está expuesta a niveles que exceden los límites permisibles
de dióxido de nitrógeno". El que la OMS haya establecido
niveles tolerables de estos contaminantes en el medio
ambiente, se debe a que tienen evidencias contundentes
respecto de las consecuencias nocivas sobre la salud de las
personas.
Sin embargo, las
enfermedades asociadas con la contaminación del medio
ambiente no siempre son tomadas en cuenta: los problemas
respiratorios, las afecciones cardiovasculares y el cáncer
son los más importantes. Recordemos que los contaminantes
atmosféricos no son estáticos; por el contrario, se
trasladan de la mano del viento a regiones alejadas y caen
sobre la superficie del planeta en forma de lluvia,
contaminando el suelo, los mares, los ríos, las lagunas e
incluso llegan hasta las capas subterráneas. Las emisiones
de diversas sustancias, como por ejemplo el azufre y el
nitrógeno, dan origen a una serie de trastornos de la salud
humana, y pueden repercutir en forma directa sobre los
receptores celulares o alterar la naturaleza de los suelos y
las aguas, causando así enfermedades en forma indirecta.
Cuatro amenazas
para la salud humana
Son muchas las
sustancias contaminantes que actualmente son liberadas al
medio ambiente: dióxido de carbono, monóxido de carbono,
cuerpos orgánicos volátiles, plomo, benzeno, benzoapireno,
amoniaco, ozono, dióxido de azufre, dióxido de nitrógeno y
partículas en suspensión. Todas estas sustancias tienen un
impacto negativo sobre nuestro organismo. Pero, de acuerdo a
diversos especialistas, son cuatro –por su volumen en las
concentraciones urbanas- las que amenazan más directamente a
nuestra salud: el azufre, las partículas suspendidas en el
aire, el ozono y los óxidos de nitrógeno. El azufre irrita
las mucosas de la nariz, la boca, la faringe y los bronquios
en cuestión de minutos; las personas que padecen asma pueden
sufrir severas crisis al inhalar esta sustancia, pues irrita
las vías respiratorias, reduciendo a su vez la capacidad
pulmonar y causando ronquera, respiración entrecortada y
presión en el pecho.
Las partículas
suspendidas afectan la función respiratoria, pues irritan el
tracto respiratorio, estrechan las vías de ventilación,
exacerban el asma y la bronquitis, y aumentan las tasas de
infecciones respiratorias entre la población. Por su parte,
el ozono perjudica el funcionamiento pulmonar y sus efectos
ocurren principalmente durante la práctica de ejercicios
físicos. Síntomas como la irritación de los ojos, nariz y
garganta, el malestar en el pecho, tos y dolores de cabeza,
pueden estar asociados con las altas concentraciones de
ozono en el aire. Finalmente, los óxidos de nitrógeno son
tóxicos para los humanos y son responsables de las
infecciones en la parte baja de las vías respiratorias en
niños, de algunas lesiones pulmonares y de la disminución de
la respuesta de las vías respiratorias en los asmáticos.
En conclusión,
los impactos de la contaminación ambiental constituyen un
problema global, no sólo porque las sustancias contaminantes
puedan viajar de región en región, sino porque su generación
es cada día más generalizada en las diferentes latitudes del
planeta. En el caso de los países en vías de desarrollo
–como México-, las medidas para mitigar los daños
ambientales generados por las actividades humanas
industriales son muy deficientes, lo que pone en grave
riesgo a la salud de la población. En este sentido, es
alarmante constatar que en la mayor parte de los proyectos
de desarrollo industrial, estrategias de inversión o en las
mismas políticas públicas impulsadas por los gobiernos, la
dimensión ambiental todavía no se contempla como un criterio
fundamental al que hay que canalizar importantes recursos
económicos.
Por ello, es
necesario hacer una evaluación seria respecto de los costos
sociales que implica el deterioro del medio ambiente y de
los recursos naturales del planeta, a la luz de los
problemas que hoy están azotando a la humanidad en temas
como la alimentación, la pobreza o la salud. Y está en
nuestras manos, en quienes demandamos y consumimos productos
o servicios de manera cotidiana, exigir a quienes nos
proveen de ellos y a nosotros mismos, que el cuidado del
medio ambiente sea la premisa fundamental para la prevención
de enfermedades y el cuidado integral de nuestra salud.
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