Recursos y salud

Día con día y a través de diferentes medios de comunicación, escuchamos cifras estadísticas sobre un gran número de asuntos que tienen que ver con el transcurso de nuestra vida cotidiana: índices de la calidad del aire en las principales ciudades del país, porcentajes de los niveles socioeconómicos y calidad de vida de la población, resultados de los procesos electorales, proporción de votos a favor o en contra de iniciativas legislativas, grado de confianza de los consumidores respecto de ciertos productos o servicios y, en fin, múltiples evaluaciones numéricas que incluso a veces mejor preferimos ignorar dada su aparente lejanía o inutilidad práctica.

Por Francisco Calderón Córdova / Revista 365 días para vivir con salud
Ciudad de México
Jueves 17 Mayo, 2007

Sin embargo, y a pesar de esta saturación mediática sobre los resultados de encuestas, sondeos, conteos u otros instrumentos para ponderar y evaluar los fenómenos sociales o naturales, es importante que no perdamos de vista lo que, a veces con rotunda claridad, algunos de estos estudios nos están diciendo sobre la evolución presente de nuestra calidad de vida y, por ende, de nuestra salud.

Quiero referirme concretamente a las cifras dadas a conocer recientemente por el Instituto Nacional de Salud Pública de México, a través de su Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2006, donde se obtuvieron resultados muy reveladores respecto al costo que está teniendo sobre la salud de los mexicanos el hecho de que la mayoría de la población del país habite ya en zonas urbanas.

Si bien es cierto que el crecimiento de las ciudades tiene un severo impacto sobre el medio ambiente y los ecosistemas (por la alteración de los ciclos del agua, la sobreexplotación de los recursos naturales, la reducción de las áreas verdes o por la contaminación atmosférica –entre otros procesos de deterioro ambiental-), por otra parte, poco se repara en los efectos adversos a la salud derivados del cambio en los hábitos o patrones de consumo de la población.

Así, resulta que en un país en el que tradicionalmente se contaba con una dieta bien equilibrada, con una cocina reconocida por su variedad, componentes y riqueza nutricional, hoy se observa que el 40% de su población (hombres y mujeres) padece sobrepeso y un 30% obesidad; consecuentemente, padecimientos como la diabetes han adquirido ya proporciones epidémicas –no sólo en México, sino en todo el mundo industrializado- y la desnutrición se relaciona hoy más con el exceso en el consumo de alimentos chatarra, que con la carencia de los medios para adquirirles. De igual manera, adicciones como el tabaquismo, el alcoholismo y la drogadicción, registran este año importantes incrementos en todos los grupos de edades y sexo, en comparación con el año 2000. Efectivamente, vivir en la ciudad tiene altos costos.

 

Y al citar estas cifras no pretendo satanizar el hecho de que los mexicanos tendamos, cada vez más, a vivir en concentraciones urbanas, no. Son innegables los enormes beneficios que trae consigo la vida en la ciudad, donde –al menos en teoría- la comunidad procura el bienestar de todos sus miembros a través de la organización y prestación de una gran cantidad de servicios (sanitarios, de abasto, de comunicaciones, de transporte, de seguridad pública, entre muchos otros). Desafortunadamente, los estilos de vida en la mayoría de las grandes ciudades tienden casi por regla común al dispendio, al desperdicio y al consumo irresponsable de alimentos, energía y, en general, de los recursos naturales de los que se dispone. En resumen, estamos consumiendo más de lo que realmente necesitamos; más comida, más energía, más productos… ¡más de todo!

Por ello, es importante reflexionar sobre la obligación que tenemos todos (los miembros de su familia, usted y yo) de consumir de manera consciente, de forma RESPONSABLE, los bienes y servicios de los que disponemos. Y esto es así porque, cuando seleccionamos y adquirimos un producto cualquiera en el mercado, estamos también asumiendo una enorme responsabilidad con el medio ambiente y, desde luego, con la evolución de nuestra salud y la de nuestros semejantes. Si como consumidores elegimos regularmente productos chatarra y con un bajo valor nutricional, mercancías cuya elaboración implica procesos altamente contaminantes o que contienen excesivas envolturas y embalajes (que terminarán casi de inmediato en la basura), estaremos entonces fomentando un tipo de industria que necesariamente deteriora al medio ambiente y, consecuentemente, a nuestra salud. Pero, en cambio, si hacemos del acto de comprar cualquier producto o servicio una acción consciente, informada y reflexiva (¿realmente necesito este producto?, ¿es lo mejor para mi y mi familia?, ¿cumple con las expectativas que busco?), estaremos dando un enorme paso hacia el cuidado de la salud personal y la del planeta en general.

Afortunadamente, en México y en el mundo existen hoy muchas personas y agrupaciones que ya se han dado cuenta del enorme poder que tienen como consumidores, constatando la gran influencia que pueden ejercer en el desarrollo de las empresas, la industria, la economía y el mercado al practicar ellos mismos el consumo responsable. Pero, sobre todo, les une el convencimiento y la conciencia de que sus decisiones individuales tienen un impacto positivo sobre el medio ambiente, haciendo factible revertir en diferentes escalas las tendencias del deterioro del planeta y, en consecuencia, de la salud humana.

Datos de interés

Una práctica de consumo responsable que ha demostrado fehacientemente su efectividad en el cuidado ecológico, es la aplicación de las tres “erres”: reducir, reutilizar y reciclar.

Reduce....

¿Por qué no reducir nuestros desperdicios antes de comprar? Preguntémonos si realmente es necesario lo que vamos a comprar, si es o no desechable, si lo podemos reutilizar, rellenar, retornar o reciclar.

Todo aquello que compramos y consumimos tiene una relación directa con lo que tiramos. Consumiendo racionalmente, evitando el derroche y usando sólo lo indispensable, directamente colaboramos con el cuidado del ambiente.

Reutiliza....

¿Por qué destruir algo que nos ha costado tanto trabajo hacer? ¿Por qué tirar algo que todavía sirve?

Reutilizar consiste en darle la máxima utilidad a las cosas sin necesidad de destruirlas o deshacernos de ellas, ahorrando la energía que se hubiera destinado para hacer dicho producto.

Recicla....

Consiste en usar los materiales una y otra vez para hacer nuevos productos reduciendo en forma significativa la utilización de nuevas materias primas.

Reincorporar recursos ya usados en los procesos para la elaboración de nuevos materiales ayuda a conservar los recursos naturales ahorrando energía, tiempo y agua que serian empleados en su fabricación a partir de materias primas.

 

¿Sabias que al reciclar una tonelada de papel se salvan 17 árboles?

22 Millones de toneladas de papel se tiran en nuestro país cada año, si se reciclaran salvaríamos 33% de le energía para hacerlo y ahorraríamos 28 mil millones de litros de agua.

¿Sabias que el vidrio que utilizamos tiene una antigüedad de más de 3 mil años, y desde entonces se ha reciclado?

Es decir el vidrio nuevo, nunca se acaba, es 100% reciclable. Reciclando el vidrio ahorramos el 32% de la energía que se requiere para hacer nuevo vidrio. Por cada tonelada que se recicla se salvan una tonelada de recursos.

¿Sabias que reciclando una lata de aluminio, se ahorra suficiente energía como para hacer funcionar un televisor por 3.5 horas?

Para crear nuevo aluminio se necesitan grandes cantidades de materia prima (Bauxita) que no abunda en la naturaleza, además de que el proceso es altamente contaminante.

¿Sabias que en México consumimos cerca de 200,000 botellas de plástico cada hora?

Además de ser erróneamente clasificados como materiales de corta vida, provienen de hidrocarburos que son recursos materiales no renovables. Aproximadamente el 95% de los plásticos son reciclables.

 

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