Retos de la Cumbre de la Tierra para México

Por Francisco Calderón Córdova / Revista 365 días para vivir con salud
Edición de noviembre de 2007, p. 30 y 31
Ciudad de México
Martes 20 Noviembre, 2007

Déjeme contarle que, hace 35 años, cuando se celebró en Estocolmo la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano (1972), la protección del entorno y los recursos naturales se convirtió –por primera vez en la historia contemporánea- en un tema de primordial importancia para la humanidad. Con el agravamiento paulatino del agotamiento del ozono, el calentamiento de la Tierra y la degradación de los bosques, quedó claro para casi todos que había que imprimir mayor decisión y esfuerzos planetarios en la atención a las amenazas que se ciernen sobre nuestro futuro común.

Cuando las Naciones Unidas establecieron la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo en 1983, era evidente ya que la protección del medio ambiente iba a convertirse en una cuestión de supervivencia para todos. La Comisión (presidida por Gro Harlem Brundtland, de Noruega) llegó a la conclusión de que para satisfacer "las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer las propias", la protección del medio ambiente y el crecimiento económico habrían de abordarse de manera integral, como un tema indivisible. Como consecuencia del Informe Brundtland, la Asamblea General de las Naciones Unidas convocó entonces a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, conocida también como “Cumbre para la Tierra”, celebrada en Río de Janeiro del 3 al 14 de junio de 1992. Fue un momento decisivo en las negociaciones internacionales sobre las cuestiones del medio ambiente y el desarrollo.

Los objetivos fundamentales de la Cumbre eran lograr un equilibrio justo entre las necesidades económicas, sociales y ambientales de las generaciones presentes y futuras; pero, sobre todo, construir las bases para una asociación mundial entre los países desarrollados y los países en desarrollo, entre los gobiernos y los sectores de la sociedad civil, sobre la base de la comprensión de las necesidades y los intereses comunes. En Río, 172 naciones, incluidos 108 Jefes de Estado y de Gobierno, aprobaron tres grandes acuerdos que habrían de regir el trabajo futuro: el Programa 21, un plan de acción mundial para promover el desarrollo sostenible; la Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, un conjunto de principios en los que se definían los derechos civiles y obligaciones de los Estados; y una Declaración de principios relativos a los bosques, serie de directrices para la ordenación más sostenible de los bosques en el mundo. Se abrieron a la firma además dos instrumentos con fuerza jurídica obligatoria: la Convención Marco sobre el Cambio Climático y el Convenio sobre la Diversidad Biológica. Al mismo tiempo se iniciaron negociaciones con miras a una Convención de lucha contra la desertificación, que quedó abierta a la firma en octubre de 1994 y entró en vigor en diciembre de 1996.

Protección y fomento de la salud

En materia de salud, el diagnóstico resultante de la “Cumbre de la Tierra” es poco alentador. Se supo entonces que en el planeta más de 15 millones de niños mueren anualmente debido a condiciones prevenibles, tales como el trauma obstétrico y la asfixia, las infecciones respiratorias agudas, la desnutrición y las enfermedades diarreicas, al mismo tiempo que entre los jóvenes proliferan las adicciones, los embarazos no deseados y las enfermedades de transmisión sexual. La situación de la mujer en todo el orbe es vergonzosamente desventajosa, al ser víctimas de la explotación laboral, la discriminación, la deficiente atención a su salud y las limitaciones legales para decidir sobre su cuerpo y la procreación. Pese a existir vacunas y medicamentos efectivos, y a causa de la falta de vivienda, agua potable, saneamiento y atención sanitaria adecuadas, muchas personas padecen y mueren por enfermedades como la poliomielitis, el cólera, la tuberculosis, la lepra, la diarrea, el paludismo y la esquistosomiasis. Las condiciones de marginación, falta de servicios públicos y contaminación ambiental en los asentamientos urbanos, son causa directa de enfermedad y muerte entre los sectores más pobres de la sociedad, y responsables de enfermedades como la tuberculosis, la meningitis y las infecciones respiratorias. La irrupción del SIDA, que afecta ya a más de 40 millones de personas en todos los países del mundo, ha aumentado los costos de la atención sanitaria y causa pérdidas en el ingreso y la productividad de la fuerza laboral. El uso excesivo y desequilibrado de la energía entre las naciones desarrolladas y las más pobres ha generado procesos de contaminación y pérdida de recursos naturales, cuya expresión más visible está siendo hoy el cambio climático y sus obvias repercusiones en la salud de amplios sectores de la población planetaria.

En consecuencia, los retos para el cambio son muchos y éstos deberán ser adoptados por gobiernos y sociedades en todo el mundo. El buen estado de salud de una población dependerá del desarrollo social, económico y comunitario, en medio de un entorno salubre donde exista –entre otros- un abastecimiento seguro de agua y alimentos. De igual manera, deben instrumentarse extensas y efectivas campañas de educación para el cuidado de la salud, mismas que tendrán que llegar a todos y cada uno de los hogares e incluir la aplicación y distribución de vacunas y medicamentos básicos; lo anterior, tomando siempre en consideración las condiciones ambientales y necesidades específicas de cada región, así como la capacitación apropiada al personal médico y de atención a la salud.

Todos y cada uno de los países del mundo deberán contar con planes de acción en materia de salud, instrumentados a través de sus sistemas nacionales de salud. En este sentido, los gobiernos deberán contar con sistemas de supervisión sanitaria encargados de dar seguimiento a la evolución, brote e intensificación de enfermedades transmisibles; establecer sistemas de atención a la salud donde se satisfagan las necesidades sanitarias básicas, tales como el suministro de agua potable, alimentos seguros y saneamiento; velar porque los hombres y las mujeres puedan ejercer el derecho a decidir de manera responsable el número y espaciamiento de sus hijos y de contar con los medios para hacerlo; brindar servicios de salud suficientes a la infancia, así como garantizarles protección ante todo tipo de explotación laboral o sexual; reconocer y aprovechar los conocimientos tradicionales eficaces, incorporándoles en los sistemas nacionales de atención a la salud; establecer programas para luchar contra la contaminación del aire dentro y fuera de locales, así como para la eliminación segura de los desechos sólidos, y; controlar la distribución y el uso de plaguicidas para reducir a niveles mínimos los riesgos para la salud.

En resumen, se infiere que –en México- tenemos por delante aún muchos retos y formidables esfuerzos para alcanzar los objetivos que a nivel planetario se han fijado para que la humanidad logre el desarrollo sustentable. Como parte de un entorno con condiciones ambientales, económicas, sociales, políticas y culturales específicas, también nuestra problemática en materia de salud se estructura y configura con particularidades que nos diferencian del resto de la humanidad. El cuidado del medio ambiente y, por ende, el de nuestra salud, dependerá de la capacidad que tengamos como comunidad para abordar, discutir y resolver temas como la inequidad económica y las enormes diferencias del crecimiento y el desarrollo en las distintas regiones del país. Sin duda, capítulos como la educación y el acceso a los servicios de salud son fundamentales, como también lo son la construcción y aplicación de políticas públicas para la protección efectiva de nuestros recursos naturales y el medio ambiente, así como garantizar el acceso y la impartición de la justicia ambiental.

En el contexto del logro de la salud para todos en el nuevo milenio, el Programa 21 estableció metas de carácter general que, en lo nacional, deberán alcanzar objetivos concretos:

• Erradicación de enfermedades prevenibles como la poliomielitis, drancuculosis, oncocercosis y lepra, entre otras.
• Movilización y concentración de esfuerzos nacionales e internacionales en la lucha contra el VIH/SIDA.
• Lucha contra la tuberculosis, en especial contra las nuevas variedades resistentes a los fármacos.
• Administración de tratamientos contra enfermedades respiratorias agudas al 95% de la población mundial infantil.
• Reducción del 50 al 70% de la tasa de mortalidad infantil por enfermedades diarreicas en los países en desarrollo.
• Establecimiento de programas de lucha contra el paludismo en todos los países donde éste constituye un agudo problema sanitario.
• Reducción de un 95% de la tasa de mortalidad debido al sarampión.

Textos recomendados:

• Programa para el Cambio; de Michael Keatingm, publicado por el Centro para Nuestro Futuro Común, 1993.
• Un Futuro Sostenible; publicado por el Departamento de Información Pública de las Naciones Unidas, febrero de 1997.

 

 

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